Comer es el acto familiar mas variado que encontramos a diario.

Desde el punto de vista fisiológico, los alimentos que ingerimos deben aportar los nutrientes que proporcionan la energía que necesita nuestro cuerpo para funcionar correctamente, al mismo tiempo que abastecer a nuestro sistema con una amplia gama de elementos esenciales que somos incapaces de sintetizar (ciertas proteínas, vitaminas, así como oligoelementos).

Sin embargo, el Hombre no se alimenta sólo de nutrientes. Saborea, degusta platos y se alimenta de sueños : el placer y la curiosidad son inseparables cuando se trata de una comida humana.

En ese sentido, los aspectos socioculturales juegan un papel fundamental respecto a nuestra alimentación y su historia. Más allá de nuestros gustos o sentimientos personales, nuestras fantasías o aversiones, cada comunidad tiene hábitos alimenticios muy variables de una cultura a otra

Además, estas mismas costumbres son en realidad un poderoso marcador cultural. En efecto, este indicador de identidades colectivas, engloba las diversas prácticas y tradiciones, códigos y normas, así como la maravillosa diversidad de las cocinas del mundo.

La comida representa para la mayoría de las sociedades; desde la recogida de los alimentos hasta su preparación y consumo, un momento privilegiado de encuentro y de intercambio, un momento repleto de relaciones florecientes y de apertura a los demás.

En definitiva, nada es tan vital, íntimo y cultural como este acto cotidiano y familiar que no cesa de evolucionar con el tiempo y las sociedades. Sin embargo, lo que apenas cambia cuando se trata de comer es el hecho que la acción implica «in-corporar».

En otras palabras, comer es sinónimo de asimilar e interiorizar un alimento, su sabor como sus virtudes, de hacerlo nuestro.

Así, el hecho de comer esta asociado a un pensamiento eterno e inconsciente, según el cual incorporamos las características de la comida que ingerimos.

Hoy en día, los riesgos a los que nos enfrentamos diariamente cuando se trata de comer son muy diferentes de aquellos que vivieron nuestros antepasados lejanos.

En efecto, la humanidad ha pasado de cazar y recolectar alimentos al aprendizaje del consumo de dichos alimentos. En nuestras sociedades modernas, abrumadas por opciones excesivas y solicitaciones incesantes, por la profusión de información y por la cacofonía de las recetas, comer puede volverse un rompe cabezas. En muchos casos, se ha convertido en una tarea cotidiana para las madres y los cónyuges en todo el mundo.

De hecho, cuando se nos presenta con la libertad de elección, siempre acompañada por la responsabilidad de esa decisión, con frecuencia nos enfrentamos a cierta forma de tensión y ansiedad, sobretodo en lo que se refiere a los alimentos que ofrecemos a nuestros seres queridos. De hecho, esta preocupación culmina principalmente en un punto: la fiabilidad sanitaria general de los productos que consumimos, debido a la distancia y a la creciente opacidad entre el que come y el producto comido.

Con todo, nuestra conciencia profundamente interiorizada de que los alimentos que ingerimos tienen un impacto poderoso en nuestro estado de ánimo y de salud, no sólo es válida para el Humano eterno, sino también para el Humano moderno.

Hoy en dia adquiere una dimensión totalmente nueva en las sociedades contemporáneas, donde la esperanza de vida ha aumentado considerablemente. Asimismo, a medida que la Ciencia avanza, los descubrimientos recientes en los campos de la epigenética y del microbiota humano, por ejemplo, subrayan cada vez más la simbiosis inevitable entre nuestro ecosistema, nuestro consumo alimenticio, y nuestro bienestar general.

Por esa razón, conscientes de que la comida nos moldea desde dentro y de que finalmente somos lo que comemos, el propósito de Freitdomo es encontrar la tan anhelada armonía entre placer y bienestar.